Retiro Arciprestal, Cuaresma 2014, LA ALEGRIA DEL EVANGELIO

 

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Si algo debe inquietarnos santamente… es que tantos hermanos nuestros vivan sin la amistad de Jesús.

La Eucaristía no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles.

Tenemos el agrado de invitarle al RETIRO ARCIPRESTAL, CUARESMA 2014, este sábado 22 de febrero desde las 8 am hasta las 4 pm, en la Abadía de san José del Ávila (al final de la Av. Baralt, casi llegando a la Cota Mil)

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Predicaran Monseñor Ovidio Pérez Morales y Monseñor Jesús González de Zarate

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sobre la Exhortación Apostólica del papa Francisco LA ALEGRIA DEL EVANGELIO

Te esperamos ! solo debes traer tu Biblia, un cuaderno, lápiz, tu almuerzo y muchas ganas de practicar lo que dice Jesús, ámense unos a otros, en esta hora en que Venezuela tanto nos necesita

Vamos a formar mucho lio n

Hay estacionamiento.

Saludos de PAZ Y BIEN Y SANTA ALEGRÍA

El reino del ‘yo-mi-me-conmigo.

El obispo de Minas y presidente de la Comisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal de Uruguay, Jaime Fuentes, afirmó que su país se encuentra «en el ojo de una tormenta ideológica» y que la legalización de la venta y cultivo de marihuana constituye «el último paso del gobierno para instaurar un tipo de sociedad basada en una idea individualista de la libertad, que torpedea en su línea de flotación al matrimonio y la familia».

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«Si hasta hace dos años estábamos al borde del precipicio en cuanto sociedad -no se olvide que Uruguay fue el primer país de América que legalizó el divorcio en 1907 y la familia está deshecha- ahora se han dado cuatro decididos pasos hacia adelante… En este tiempo se aprobó el aborto, se equipararon las uniones homosexuales con el matrimonio, se legalizó la fecundación artificial y ahora la marihuana», afirmó.

Fuentes considera que entre las cuatro iniciativas mencionadas hay un denominador común. «Estamos en el reino del ‘yo-mi-me-conmigo‘, por así decir, sin ninguna referencia trascendente. Este sustrato ideológico individualista de las leyes mencionadas, afecta profundamente a la educación de nuestros niños y jóvenes. Se les está diciendo que lo más importante es que cada uno sea feliz a su manera, que la verdad del hombre, en definitiva, es lo que cada uno elige. Si se tiene en cuenta que el 80 por ciento de la población uruguaya se educa en la escuela pública, donde no sólo no se imparte ninguna noción religiosa sino que, aunque parezca increíble, está prohibido hablar de Dios, concluiremos en que es necesario un esfuerzo de largo aliento para superar este estado de cosas», afirmó el obispo de Minas.

Fuentes recuerda en la entrevista que previo a la aprobación de la ley que regula el cultivo y la venta de marihuana, las encuestas reflejaban que el 62% de la población estaba en contra de la iniciativa. «Estoy seguro que ahora este porcentaje sigue igual o ha aumentado. Igualmente, la ley promovida por el presidente (José) Mujica siguió su curso, hasta ser aprobada con los votos en contra de todos los integrantes de la oposición. Muchos médicos uruguayos y extranjeros han explicado claramente que la marihuana no solamente daña la salud alterando el funcionamiento cerebral y, por consiguiente, el rendimiento intelectual y físico, sino que lleva al deseo de consumir drogas más fuertes. Creo que no es difícil imaginar las consecuencias que esto traerá, sobre todo, para la gente joven», sostuvo Fuentes.

Consultado sobre cuáles fueron los motivos del gobierno para aprobar la ley, el obispo recordó los argumentos esgrimidos por el presidente Mujica con referencia a lo inútil que ha sido combatir desde lo policial y militar a los narcotraficantes y explicó que el objetivo que se persigue con la ley es quitarle a las organizaciones delictivas el mercado del cannabis.

«Si es el Estado el que produce la marihuana, la comercializa y la vende, los consumidores no tendrán que comprarla en otro sitio y se terminará con el negocio ilegal que tanto daño produce. A mi modo de ver, ese es un planteamiento por lo menos pelagiano, como si el pecado original no existiera, como si no tuviéramos pruebas más que suficientes, en todo el mundo y a lo largo de la historia, de que el Estado está compuesto por hombres y que los hombres pecamos. Por lo demás, también puede llegar a ser un gran negocio cultivar privadamente las plantas de cannabis y después venderlas, la ley permite un determinado número de plantas. ¿Quién va a controlar si tengo 4 o 10 plantas en el fondo de mi casa y si las tengo para consumo propio o para venderla a los turistas? En fin, hay otros argumentos que están diciendo a gritos que la ley de la marihuana traerá daños muy serios», afirmó el obispo al portal especializado de Roma.

Fuentes también recordó la reunión que Mujica mantuvo en Nueva York con el magnate George Soros. «Este señor, conocido financista internacional, dijo que él estaba financiando el ‘experimento‘ uruguayo de legalización de la marihuana… El presidente Mujica dijo entonces que si el ‘experimento‘ salía mal, entonces siempre se podría volver atrás. Cuando lo escuché, enseguida me vino a la mente El aprendiz de brujo… Y algo que es más grave: ¿se puede ‘experimentar‘ con una sociedad, como si estuviera formada por cobayas? Hay en todo esto una concepción materialista del hombre, muy alejada del sentido no solamente cristiano, sino del sentido común», afirmó.

Mons. Fuentes dijo que es necesario «volver a las raíces». Sostuvo que la sociedad uruguaya está «lejos» de lo que la Constitución señala en su artículo 40: ‘La familia es la base de nuestra sociedad. El Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad‘. Pienso que todo el trabajo de los políticos será poco para hacerla realidad», dijo.

También consideró que la situación hoy en Uruguay «no es nada distinta de aquella en la que tuvieron que vivir los primeros cristianos» y que sin embargo «con su coherencia, con su ejemplo y con su explicación ganaron».

«Tenemos por delante un trabajo fantástico de formación, para hacer ver la belleza del matrimonio y de la familia, tal como Dios la quiso para la felicidad de las mujeres y los hombres de todos los tiempos. Estamos en el ojo de una tormenta ideológica que pasará, como tantas otras. Pero hay que trabajar y rezar, rezar mucho y trabajar mucho», opinó.

……REZAREMOS PADRE, REZAREMOS.

Fuente: (Información/InfoCatólica)

Monseñor Jaime Fuentes: «Estábamos al borde del abismo y dimos cuatro pasos al frente…»

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San Miguel, Defiéndenos en la batalla!

Primer viernes de mes.

El Padre y el Hijo, del Evangelio de san Mateo 11, 25-30

Gloria a Ti Señor Jesús.

“En aquella ocasión Jesús tomo la palabra y dijo:

-¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Si, Padre, esa ha sido tu elección. Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino al Padre; nadie conoce al Padre, sino al Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.

Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo lo aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran descanso para su vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”

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Esta corta oración se lee también en Lucas 10, 21, como una reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles: los pobres e ignorantes han recibido el anuncio de la buena nueva y la realidad del reinado de Dios. Es la oración del Mesías ante la revelación sorprendente de Dios a los desheredados del mundo. En una sociedad donde el prestigio era y es una forma de poder y de seguridad económica, la ignorancia era y es considerada no solo como ausencia de conocimiento, sino como una marca sobre las personas que carecían o carecen de instrucción y enseñanza. En la época de Jesús, algunos grupos consideraban “malditos” a los que no conocían la Ley en profundidad, es decir a esa cantidad de preceptos hechos por el hombre a partir de la Ley de Moisés y que tienen su fuente en los 10 mandamientos. Jesús denuncia esa falsa religiosidad y hoy primer viernes de mes, día en que reparamos los agravios que se cometen contra Jesús, contra su sacratísimo corazón, fuente de amor y de los sacramentos, nos unimos a su oración, pues la salvación no depende de una mayor o menor pericia en la compleja interpretación bíblica, sino en la capacidad de captar el paso de Dios en la historia y la disponibilidad para aceptar o no el llamado de Dios. ¡Hermano, hermana, atiende el llamado que Jesús hace a tu corazón!

Este es uno de los momentos culminantes del Evangelio, pleno de gozo, Jesús confiesa, irradiando la luz de la revelación, abriendo lo más intimo de su espiritualidad, infundido por el Espíritu Santo fruto de su experiencia con Dios Padre:

-la predilección del Padre,

-su sentimiento filial y la misión que Él ha recibido.

JESUS INVITA A TODOS LOS ABATIDOS, A LAS PERSONAS AGOBIADAS POR LOS MECANISMOS DE EXCLUSION SOCIAL Y RELIGIOSA, Y LES PROPONE LLEVAR OTRO YUGO, OTRA CARGA: EL YUGO DE LA LIBERTAD, EL YUGO DE SU AMOR, QUE EXIGE AL MISMO TIEMPO HUMILDAD Y MANSEDUMBRE, ES DECIR, HONESTIDAD PERSONAL Y CAPACIDAD DE DIALOGO Y TOLERANCIA.

JESUS TE ENVÍA A TI, QUE YA LE CONOCES, QUE LLEVAS SU YUGO DE AMOR Y LE SIGUES, A UNA TAREA, QUE APARENTEMENTE EXCEDE TODA CAPACIDAD HUMANA: VER COMO EL REINADO DE DIOS SE VA HACIENDO REALIDAD ENTRE LOS POBRES, ENTRE LOS RICOS, ENTRE LOS SENCILLOS Y LOS DIFICILES. UNIDOS A SU SACRATISIMO CORAZON Y AL INMACULADO CORAZON DE MARIA, SERAS CAPAZ DE HACER QUE ESA CARGA Y ESE YUGO SE TRANSFORMEN EN EXPERIENCIA DE JÚBILO INDESCRIPTIBLE, EL MISMO JUBILO QUE INVADIÓ A JESÚS.

Sagrado Corazón de Jesús en Ti confió. Inmaculado Corazón de María en Ti me refugio.

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Paz y Bien y Santa Alegría.

No es la privación de la luz lo que le hizo quedar ciego sino el exceso de ella…

“¿Qué tengo que hacer, Señor?”

Saulo, Saulo

El bienaventurado Pablo que nos reúne hoy ha iluminado al mundo entero. Cuando fue llamado se quedó ciego. Pero esta ceguera hizo de él una antorcha para el mundo. Veía para hacer el mal. En su sabiduría, Dios le volvió ciego para iluminarle para el bien. No solamente le manifestó su poder sino que le reveló las entrañas de la fe que iba a predicar. Había que alejar de él todos los prejuicios, cerrar los ojos y perder las luces falsas de la razón para percibir la buena doctrina, “hacerse loco para llegar a ser sabio” como él mismo dirá más tarde (cf 1 Cor 3,18)… No hay que pensar que esta vocación le ha sido impuesta. Pablo era libre para escoger…

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Impetuoso, vehemente, Pablo tenía necesidad de un freno enérgico para no dejarse llevar por la fuga y despreciar la llamada de Dios. Dios, pues, de antemano reprimió este ímpetu, cubriéndolo con la ceguera, apaciguando su cólera. Luego, le habló. Le dio a conocer su sabiduría inefable para que reconociera a aquel que perseguía y comprendiera que no podría resistirse a su gracia. No es la privación de la luz lo que le hizo quedar ciego sino el exceso de ella…

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Dios escogió este momento. Pablo es el primero en reconocerlo: “Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo.” (Gal 1,15)… Aprendamos, pues, de boca de Pablo, que ni él, ni nadie después de él, ha encontrado a Cristo por su propio espíritu. Es Cristo que se revela y se da a conocer, como lo dice el mismo Salvador: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (cf Jn 15,16).

San Juan Crisóstomo (c. 345- 407), sacerdote en Antioquia después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 4 sobre San Pablo, 1-2

San Pablo Apóstol de JESUCRISTO, El Señor, ruega por nosotros para que seamos verdaderos discípulos del Evangelio viviente.

PAZ Y BIEN Y SANTA ALEGRIA

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Primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del papa Francisco. FELIZ AÑO 2014.

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1. En este mi primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, quisiera desear a todos, a las personas y a los pueblos, una vida llena de alegría y de esperanza. El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer.

De hecho, la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin ella, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera. Y es necesario recordar que normalmente la fraternidad se empieza a aprender en el seno de la familia, sobre todo gracias a las responsabilidades complementarias de cada uno de sus miembros, en particular del padre y de la madre. La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor.

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El número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común. En los dinamismos de la historia, a pesar de la diversidad de etnias, sociedades y culturas, vemos sembrada la vocación de formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros. Sin embargo, a menudo los hechos, en un mundo caracterizado por la “globalización de la indiferencia”, que poco a poco nos “habitúa” al sufrimiento del otro, cerrándonos en nosotros mismos, contradicen y desmienten esa vocación.

En muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. El trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos, representa un ejemplo inquietante. A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas.

La globalización, como ha afirmado Benedicto XVI, nos acerca a los demás, pero no nos hace hermanos[1]. Además, las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no sólo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad. Las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del “descarte”, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuantos son considerados “inútiles”. Así la convivencia humana se parece cada vez más a un mero do ut des pragmático y egoísta.

Al mismo tiempo, es claro que tampoco las éticas contemporáneas son capaces de generar vínculos auténticos de fraternidad, ya que una fraternidad privada de la referencia a un Padre común, como fundamento último, no logra subsistir[2]. Una verdadera fraternidad entre los hombres supone y requiere una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, es decir, ese hacerse «prójimo» que se preocupa por el otro.

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«¿Dónde está tu hermano?» (Gn4,9)

2. Para comprender mejor esta vocación del hombre a la fraternidad, para conocer más adecuadamente los obstáculos que se interponen en su realización y descubrir los caminos para superarlos, es fundamental dejarse guiar por el conocimiento del designio de Dios, que nos presenta luminosamente la Sagrada Escritura.

Según el relato de los orígenes, todos los hombres proceden de unos padres comunes, de Adán y Eva, pareja creada por Dios a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26), de los cuales nacen Caín y Abel. En la historia de la primera familia leemos la génesis de la sociedad, la evolución de las relaciones entre las personas y los pueblos.

Abel es pastor, Caín es labrador. Su identidad profunda y, a la vez, su vocación, es ser hermanos, en la diversidad de su actividad y cultura, de su modo de relacionarse con Dios y con la creación. Pero el asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia (cf. Gn 4,1-16) pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros. Caín, al no aceptar la predilección de Dios por Abel, que le ofrecía lo mejor de su rebaño –«el Señor se fijó en Abel y en su ofrenda, pero no se fijó en Caín ni en su ofrenda» (Gn 4,4-5)–, mata a Abel por envidia. De esta manera, se niega a reconocerlo como hermano, a relacionarse positivamente con él, a vivir ante Dios asumiendo sus responsabilidades de cuidar y proteger al otro. A la pregunta «¿Dónde está tu hermano?», con la que Dios interpela a Caín pidiéndole cuentas por lo que ha hecho, él responde: «No lo sé; ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn4,9). Después –nos dice el Génesis–«Caín salió de la presencia del Señor» (4,16).

Hemos de preguntarnos por los motivos profundos que han llevado a Caín a dejar de lado el vínculo de fraternidad y, junto con él, el vínculo de reciprocidad y de comunión que lo unía a su hermano Abel. Dios mismo denuncia y recrimina a Caín su connivencia con el mal: «El pecado acecha a la puerta» (Gn 4,7). No obstante, Caín no lucha contra el mal y decide igualmente alzar la mano «contra su hermano Abel» (Gn 4,8), rechazando el proyecto de Dios. Frustra así su vocación originaria de ser hijo de Dios y a vivir la fraternidad.

El relato de Caín y Abel nos enseña que la humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. Da testimonio de ello el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de tantas guerras e injusticias: muchos hombres y mujeres mueren a manos de hermanos y hermanas que no saben reconocerse como tales, es decir, como seres hechos para la reciprocidad, para la comunión y para el don.

«Y todos ustedes son hermanos» (Mt 23,8)

3. Surge espontánea la pregunta: ¿los hombres y las mujeres de este mundo podrán corresponder alguna vez plenamente al anhelo de fraternidad, que Dios Padre imprimió en ellos? ¿Conseguirán, sólo con sus fuerzas, vencer la indiferencia, el egoísmo y el odio, y aceptar las legítimas diferencias que caracterizan a los hermanos y hermanas?

Parafraseando sus palabras, podríamos sintetizar así la respuesta que nos da el Señor Jesús: Ya que hay un solo Padre, que es Dios, todos ustedes son hermanos (cf. Mt 23,8-9). La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. No se trata de una paternidad genérica, indiferenciada e históricamente ineficaz, sino de un amor personal, puntual y extraordinariamente concreto de Dios por cada ser humano (cf. Mt 6,25-30). Una paternidad, por tanto, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad.

Sobre todo, la fraternidad humana ha sido regenerada en y por Jesucristo con su muerte y resurrección. La cruz es el “lugar” definitivo donde se funda la fraternidad, que los hombres no son capaces de generar por sí mismos. Jesucristo, que ha asumido la naturaleza humana para redimirla, amando al Padre hasta la muerte, y una muerte de cruz (cf. Flp 2,8), mediante su resurrección nos constituye en humanidad nueva, en total comunión con la voluntad de Dios, con su proyecto, que comprende la plena realización de la vocación a la fraternidad.

Jesús asume desde el principio el proyecto de Dios, concediéndole el primado sobre todas las cosas. Pero Cristo, con su abandono a la muerte por amor al Padre, se convierte en principio nuevo y definitivo para todos nosotros, llamados a reconocernos hermanos en Él, hijos del mismo Padre. Él es la misma Alianza, el lugar personal de la reconciliación del hombre con Dios y de los hermanos entre sí. En la muerte en cruz de Jesús también queda superada la separación entre pueblos, entre el pueblo de la Alianza y el pueblo de los Gentiles, privado de esperanza porque hasta aquel momento era ajeno a los pactos de la Promesa. Como leemos en la Carta a los Efesios, Jesucristo reconcilia en sí a todos los hombres. Él es la paz, porque de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando el muro de separación que los dividía, la enemistad. Él ha creado en sí mismo un solo pueblo, un solo hombre nuevo, una sola humanidad (cf. 2,14-16).

Quien acepta la vida de Cristo y vive en Él reconoce a Dios como Padre y se entrega totalmente a Él, amándolo sobre todas las cosas. El hombre reconciliado ve en Dios al Padre de todos y, en consecuencia, siente el llamado a vivir una fraternidad abierta a todos. En Cristo, el otro es aceptado y amado como hijo o hija de Dios, como hermano o hermana, no como un extraño, y menos aún como un contrincante o un enemigo. En la familia de Dios, donde todos son hijos de un mismo Padre, y todos están injertados en Cristo, hijos en el Hijo, no hay “vidas descartables”. Todos gozan de igual e intangible dignidad. Todos son amados por Dios, todos han sido rescatados por la sangre de Cristo, muerto en cruz y resucitado por cada uno. Ésta es la razón por la que no podemos quedarnos indiferentes ante la suerte de los hermanos.

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La fraternidad, fundamento y camino para la paz

4. Teniendo en cuenta todo esto, es fácil comprender que la fraternidad es fundamento y camino para la paz. Las Encíclicas sociales de mis Predecesores aportan una valiosa ayuda en este sentido. Bastaría recuperar las definiciones de paz de la Populorum progressio de Pablo VI o de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II. En la primera, encontramos que el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz[3]. En la segunda, que la paz esopus solidaritatis[4].

Pablo VI afirma que no sólo entre las personas, sino también entre las naciones, debe reinar un espíritu de fraternidad. Y explica: «En esta comprensión y amistad mutuas, en esta comunión sagrada, debemos […] actuar a una para edificar el porvenir común de la humanidad»[5]. Este deber concierne en primer lugar a los más favorecidos. Sus obligaciones hunden sus raíces en la fraternidad humana y sobrenatural, y se presentan bajo un triple aspecto: el deber de solidaridad, que exige que las naciones ricas ayuden a los países menos desarrollados; el deber de justicia social, que requiere el cumplimiento en términos más correctos de las relaciones defectuosas entre pueblos fuertes y pueblos débiles; el deber de caridad universal, que implica la promoción de un mundo más humano para todos, en donde todos tengan algo que dar y recibir, sin que el progreso de unos sea un obstáculo para el desarrollo de los otros[6].

Asimismo, si se considera la paz como opus solidaritatis, no se puede soslayar que la fraternidad es su principal fundamento. La paz –afirma Juan Pablo II– es un bien indivisible. O es de todos o no es de nadie. Sólo es posible alcanzarla realmente y gozar de ella, como mejor calidad de vida y como desarrollo más humano y sostenible, si se asume en la práctica, por parte de todos, una «determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común»[7]. Lo cual implica no dejarse llevar por el «afán de ganancia» o por la «sed de poder». Es necesario estar dispuestos a «‘perderse’ por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho. […] El ‘otro’ –persona, pueblo o nación – no [puede ser considerado] como un instrumento cualquiera para explotar a bajo coste su capacidad de trabajo y resistencia física, abandonándolo cuando ya no sirve, sino como un ‘semejante’ nuestro, una ‘ayuda’»[8].

La solidaridad cristiana entraña que el prójimo sea amado no sólo como «un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos», sino como «la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo»[9], como un hermano. «Entonces la conciencia de la paternidad común de Dios, de la hermandad de todos los hombres en Cristo, ‘hijos en el Hijo’, de la presencia y acción vivificadora del Espíritu Santo, conferirá –recuerda Juan Pablo II – a nuestra mirada sobre el mundo un nuevo criterio para interpretarlo»[10], para transformarlo.

La fraternidad, premisa para vencer la pobreza

5. En la Caritas in veritate, mi Predecesor recordaba al mundo entero que la falta de fraternidad entre los pueblos y entre los hombres es una causa importante de la pobreza[11]. En muchas sociedades experimentamos una profunda pobreza relacional debida a la carencia de sólidas relaciones familiares y comunitarias. Asistimos con preocupación al crecimiento de distintos tipos de descontento, de marginación, de soledad y a variadas formas de dependencia patológica. Una pobreza como ésta sólo puede ser superada redescubriendo y valorando las relaciones fraternas en el seno de las familias y de las comunidades, compartiendo las alegrías y los sufrimientos, las dificultades y los logros que forman parte de la vida de las personas.

Además, si por una parte se da una reducción de la pobreza absoluta, por otra parte no podemos dejar de reconocer un grave aumento de la pobreza relativa, es decir, de las desigualdades entre personas y grupos que conviven en una determinada región o en un determinado contexto histórico-cultural. En este sentido, se necesitan también políticas eficaces que promuevan el principio de la fraternidad, asegurando a las personas –iguales en su dignidad y en sus derechos fundamentales – el acceso a los «capitales», a los servicios, a los recursos educativos, sanitarios, tecnológicos, de modo que todos tengan la oportunidad de expresar y realizar su proyecto de vida, y puedan desarrollarse plenamente como personas.

También se necesitan políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta. No podemos olvidar la enseñanza de la Iglesia sobre la llamada hipoteca social, según la cual, aunque es lícito, como dice Santo Tomás de Aquino, e incluso necesario, «que el hombre posea cosas propias»[12], en cuanto al uso, no las tiene «como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás»[13].

Finalmente, hay una forma más de promover la fraternidad –y así vencer la pobreza – que debe estar en el fondo de todas las demás. Es el desprendimiento de quien elige vivir estilos de vida sobrios y esenciales, de quien, compartiendo las propias riquezas, consigue así experimentar la comunión fraterna con los otros. Esto es fundamental para seguir a Jesucristo y ser auténticamente cristianos. No se trata sólo de personas consagradas que hacen profesión del voto de pobreza, sino también de muchas familias y ciudadanos responsables, que creen firmemente que la relación fraterna con el prójimo constituye el bien más preciado.

El redescubrimiento de la fraternidad en la economía

6. Las graves crisis financieras y económicas –que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro – han llevado a muchos a buscar el bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de la lógica de una economía sana. Ya en 1979 Juan Pablo II advertía del «peligro real y perceptible de que, mientras avanza enormemente el dominio por parte del hombre sobre el mundo de las cosas, pierda los hilos esenciales de este dominio suyo, y de diversos modos su humanidad quede sometida a ese mundo, y él mismo se haga objeto de múltiple manipulación, aunque a veces no directamente perceptible, a través de toda la organización de la vida comunitaria, a través del sistema de producción, a través de la presión de los medios de comunicación social»[14].

El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida. La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza. Estas virtudes nos pueden ayudar a superar los momentos difíciles y a redescubrir los vínculos fraternos que nos unen unos a otros, con la profunda confianza de que el hombre tiene necesidad y es capaz de algo más que desarrollar al máximo su interés individual. Sobre todo, estas virtudes son necesarias para construir y mantener una sociedad a medida de la dignidad humana.

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La fraternidad extingue la guerra

7. Durante este último año, muchos de nuestros hermanos y hermanas han sufrido la experiencia denigrante de la guerra, que constituye una grave y profunda herida infligida a la fraternidad.

Muchos son los conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general. A todos cuantos viven en tierras donde las armas imponen terror y destrucción, les aseguro mi cercanía personal y la de toda la Iglesia. Ésta tiene la misión de llevar la caridad de Cristo también a las víctimas inermes de las guerras olvidadas, mediante la oración por la paz, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados, a los refugiados y a cuantos viven con miedo. Además la Iglesia alza su voz para hacer llegar a los responsables el grito de dolor de esta humanidad sufriente y para hacer cesar, junto a las hostilidades, cualquier atropello o violación de los derechos fundamentales del hombre[15].

Por este motivo, deseo dirigir una encarecida exhortación a cuantos siembran violencia y muerte con las armas: Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo al que exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza. «En esta perspectiva, parece claro que en la vida de los pueblos los conflictos armados constituyen siempre la deliberada negación de toda posible concordia internacional, creando divisiones profundas y heridas lacerantes que requieren muchos años para cicatrizar. Las guerras constituyen el rechazo práctico al compromiso por alcanzar esas grandes metas económicas y sociales que la comunidad internacional se ha fijado»[16].

Sin embargo, mientras haya una cantidad tan grande de armamentos en circulación como hoy en día, siempre se podrán encontrar nuevos pretextos para iniciar las hostilidades. Por eso, hago mío el llamamiento de mis Predecesores a la no proliferación de las armas y al desarme de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico.

No podemos dejar de constatar que los acuerdos internacionales y las leyes nacionales, aunque son necesarias y altamente deseables, no son suficientes por sí solas para proteger a la humanidad del riesgo de los conflictos armados. Se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano del que preocuparse, con el que colaborar para construir una vida plena para todos. Éste es el espíritu que anima muchas iniciativas de la sociedad civil a favor de la paz, entre las que se encuentran las de las organizaciones religiosas. Espero que el empeño cotidiano de todos siga dando fruto y que se pueda lograr también la efectiva aplicación en el derecho internacional del derecho a la paz, como un derecho humano fundamental, pre-condición necesaria para el ejercicio de todos los otros derechos.

La corrupción y el crimen organizado se oponen a la fraternidad

8. El horizonte de la fraternidad prevé el desarrollo integral de todo hombre y mujer. Las justas ambiciones de una persona, sobre todo si es joven, no se pueden frustrar y ultrajar, no se puede defraudar la esperanza de poder realizarlas. Sin embargo, no podemos confundir la ambición con la prevaricación. Al contrario, debemos competir en la estima mutua (cf. Rm 12,10). También en las disputas, que constituyen un aspecto ineludible de la vida, es necesario recordar que somos hermanos y, por eso mismo, educar y educarse en no considerar al prójimo un enemigo o un adversario al que eliminar.

La fraternidad genera paz social, porque crea un equilibrio entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común. Y una comunidad política debe favorecer todo esto con trasparencia y responsabilidad. Los ciudadanos deben sentirse representados por los poderes públicos sin menoscabo de su libertad. En cambio, a menudo, entre ciudadano e instituciones, se infiltran intereses de parte que deforman su relación, propiciando la creación de un clima perenne de conflicto.

Un auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo individual que impide que las personas puedan vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente tanto en las múltiples formas de corrupción, hoy tan capilarmente difundidas, como en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a aquellos que operan a escala global, que, minando profundamente la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de la persona. Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas.

Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad. Juan XXIII escribió al respecto: «Una sociedad que se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana. En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio perfeccionamiento»[17]. Sin embargo, el hombre se puede convertir y nunca se puede excluir la posibilidad de que cambie de vida. Me gustaría que esto fuese un mensaje de confianza para todos, también para aquellos que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23).

En el contexto amplio del carácter social del hombre, por lo que se refiere al delito y a la pena, también hemos de pensar en las condiciones inhumanas de muchas cárceles, donde el recluso a menudo queda reducido a un estado infrahumano y humillado en su dignidad humana, impedido también de cualquier voluntad y expresión de redención. La Iglesia hace mucho en todos estos ámbitos, la mayor parte de las veces en silencio. Exhorto y animo a hacer cada vez más, con la esperanza de que dichas iniciativas, llevadas a cabo por muchos hombres y mujeres audaces, sean cada vez más apoyadas leal y honestamente también por los poderes civiles.

La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza

9. La familia humana ha recibido del Creador un don en común: la naturaleza. La visión cristiana de la creación conlleva un juicio positivo sobre la licitud de las intervenciones en la naturaleza para sacar provecho de ello, a condición de obrar responsablemente, es decir, acatando aquella “gramática” que está inscrita en ella y usando sabiamente los recursos en beneficio de todos, respetando la belleza, la finalidad y la utilidad de todos los seres vivos y su función en el ecosistema. En definitiva, la naturaleza está a nuestra disposición, y nosotros estamos llamados a administrarla responsablemente. En cambio, a menudo nos dejamos llevar por la codicia, por la soberbia del dominar, del tener, del manipular, del explotar; no custodiamos la naturaleza, no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras.

En particular, el sector agrícola es el sector primario de producción con la vocación vital de cultivar y proteger los recursos naturales para alimentar a la humanidad. A este respecto, la persistente vergüenza del hambre en el mundo me lleva a compartir con ustedes la pregunta: ¿cómo usamos los recursos de la tierra? Las sociedades actuales deberían reflexionar sobre la jerarquía en las prioridades a las que se destina la producción. De hecho, es un deber de obligado cumplimiento que se utilicen los recursos de la tierra de modo que nadie pase hambre. Las iniciativas y las soluciones posibles son muchas y no se limitan al aumento de la producción. Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo. Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra, no sólo para evitar que se amplíe la brecha entre quien más tiene y quien se tiene que conformar con las migajas, sino también, y sobre todo, por una exigencia de justicia, de equidad y de respeto hacia el ser humano. En este sentido, quisiera recordar a todos el necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la doctrina social de la Iglesia. Respetar este principio es la condición esencial para posibilitar un efectivo y justo acceso a los bienes básicos y primarios que todo hombre necesita y a los que tiene derecho.

jesusnino_1024_768 Conclusión

10. La fraternidad tiene necesidad de ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada. Pero sólo el amor dado por Dios nos permite acoger y vivir plenamente la fraternidad.

El necesario realismo de la política y de la economía no puede reducirse a un tecnicismo privado de ideales, que ignora la dimensión trascendente del hombre. Cuando falta esta apertura a Dios, toda actividad humana se vuelve más pobre y las personas quedan reducidas a objetos de explotación. Sólo si aceptan moverse en el amplio espacio asegurado por esta apertura a Aquel que ama a cada hombre y a cada mujer, la política y la economía conseguirán estructurarse sobre la base de un auténtico espíritu de caridad fraterna y podrán ser instrumento eficaz de desarrollo humano integral y de paz.

Los cristianos creemos que en la Iglesia somos miembros los unos de los otros, que todos nos necesitamos unos a otros, porque a cada uno de nosotros se nos ha dado una gracia según la medida del don de Cristo, para la utilidad común (cf. Ef 4,7.25; 1 Co 12,7). Cristo ha venido al mundo para traernos la gracia divina, es decir, la posibilidad de participar en su vida. Esto lleva consigo tejer un entramado de relaciones fraternas, basadas en la reciprocidad, en el perdón, en el don total de sí, según la amplitud y la profundidad del amor de Dios, ofrecido a la humanidad por Aquel que, crucificado y resucitado, atrae a todos a sí: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo les he amado, ámense también entre ustedes. La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se aman unos a otros» (Jn 13,34-35). Ésta es la buena noticia que reclama de cada uno de nosotros un paso adelante, un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro, también del más alejado de mí, poniéndonos en marcha por el camino exigente de aquel amor que se entrega y se gasta gratuitamente por el bien de cada hermano y hermana.

Cristo se dirige al hombre en su integridad y no desea que nadie se pierda. «Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn 3,17). Lo hace sin forzar, sin obligar a nadie a abrirle las puertas de su corazón y de su mente. «El primero entre ustedes pórtese como el menor, y el que gobierna, como el que sirve» –dice Jesucristo–, «yo estoy en medio de ustedes como el que sirve» (Lc 22,26-27). Así pues, toda actividad debe distinguirse por una actitud de servicio a las personas, especialmente a las más lejanas y desconocidas. El servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz.

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Que María, la Madre de Jesús, nos ayude a comprender y a vivir cada día la fraternidad que brota del corazón de su Hijo, para llevar paz a todos los hombres en esta querida tierra nuestra.

PAZ Y BIEN A TODOS MIS HERMANOS Y HERMANAS SOBRE LA TIERRA. SOMOS PEREGRINOS, TRANSITEMOS EN COMUNION POR VENTURA EN EL REGAZO DE LA BIENAVENTURADA SIEMPRE VIRGEN MARIA, MADRE DEL VERDADERO DIOS POR QUIEN SE VIVE. FELIZ AÑO 2014.

Nathalie de La Concepción Villegas Russián.

Bendición a los niños del papa Francisco

BENDICIÓN A LOS NIÑOS DEL PAPA FRANCISCO
Como el aire, sois necesarios.
Como el fuego, sustentáis los hogares.
Como la tierra, os mostráis maleables.
Como el agua de un río, así de sonoros y bulliciosos.
Como las flores, tenéis mil colores y perfumes.
Como la luz, aclaráis el camino.
Como el viento nos acercáis al evangelio.
Como el campo sois lugar de cultivo.
Como la sal, sazonáis el mundo.
Como el grano de trigo…
sois y no sois todavía lo esperado.
Que el Señor, que se hizo pequeño como vosotros,
os bendiga con su corazón, palabra y mano,
para que lleguéis a ser todo lo esperado
sin dejar de ser aire, fuego, tierra, agua,
flores, luz, viento, campo, sal y grano…,
personas humanas siempre, pequeñas o grandes,
para los que os amamos.

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Paz y Bien y Santa Alegría

feliz navidad,

La Resurrección presupone la Encarnación.

Relato de Tomás de Celano (1 Cel 84-87)

clip_image001Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa memoria es lo que hizo Francisco tres años antes de su gloriosa muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de nuestro Señor Jesucristo. Vivía en aquella comarca un hombre, de nombre Juan, de buena fama y de mejor tenor de vida, a quien el bienaventurado Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de noble familia y muy honorable, despreciaba la nobleza de la sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu. Unos quince días antes de la navidad del Señor, el bienaventurado Francisco le llamó, como solía hacerlo con frecuencia, y le dijo: «Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno». En oyendo esto el hombre bueno y fiel, corrió presto y preparó en el lugar señalado cuanto el Santo le había indicado.

Blog 4san_francisco_de_asis_nacimiento_greccio Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, iluminó todos los días y años. Llegó, en fin, el santo de Dios y, viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación.

El santo de Dios viste los ornamentos de diácono, pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente y dulce, su voz clara y bien timbrada, invita a todos a los premios supremos. Luego predica al pueblo que asiste, y tanto al hablar del nacimiento del Rey pobre como de la pequeña ciudad de Belén dice palabras que vierten miel. Muchas veces, al querer mencionar a Cristo Jesús, encendido en amor, le dice «el Niño de Bethleem», y, pronunciando «Bethleem» como oveja que bala, su boca se llena de voz; más aún, de tierna afección. Cuando le llamaba «niño de Bethleem» o «Jesús», se pasaba la lengua por los labios como si gustara y saboreara en su paladar la dulzura de estas palabras.

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Se multiplicaban allí los dones del Omnipotente; un varón virtuoso tiene una admirable visión. Había un niño que, exánime, estaba recostado en el pesebre; se acerca el santo de Dios y lo despierta como de un sopor de sueño. No carece esta visión de sentido, puesto que el niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados. Terminada la solemne vigilia, todos retornaron a su casa colmados de alegría.

Se conserva el heno colocado sobre el pesebre, para que, como el Señor multiplicó su santa misericordia, por su medio se curen jumentos y otros animales. Y así sucedió en efecto: muchos animales de la región circunvecina que sufrían diversas enfermedades, comiendo de este heno, curaron de sus dolencias. Más aún, mujeres con partos largos y dolorosos, colocando encima de ellas un poco de heno, dan a luz felizmente. Y lo mismo acaece con personas de ambos sexos: con tal medio obtienen la curación de diversos males.

El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo del Señor: en honor del beatísimo padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que, donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e incontaminado, Jesucristo, Señor nuestro, quien se nos dio a sí mismo con sumo e inefable amor y que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo y es Dios eternamente glorioso por los siglos de los siglos, Amen.

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Benedicto XVI
Audiencia General del Miércoles 23 de diciembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Con la Novena de Navidad que estamos celebrando en estos días, la Iglesia nos invita a vivir de modo intenso y profundo la preparación al Nacimiento del Salvador, ya inminente. El deseo, que todos llevamos en el corazón, es que la próxima fiesta de la Navidad nos dé, en medio de la actividad frenética de nuestros días, una serena y profunda alegría para que nos haga tocar con la mano la bondad de nuestro Dios y nos infunda nuevo valor.

Para comprender mejor el significado de la Navidad del Señor quisiera hacer una breve referencia al origen histórico de esta solemnidad. De hecho, el Año litúrgico de la Iglesia no se desarrolló inicialmente partiendo del nacimiento de Cristo, sino de la fe en su resurrección. Por eso la fiesta más antigua de la cristiandad no es la Navidad, sino la Pascua; la resurrección de Cristo funda la fe cristiana, está en la base del anuncio del Evangelio y hace nacer a la Iglesia. Por lo tanto, ser cristianos significa vivir de modo pascual, implicándonos en el dinamismo originado por el Bautismo, que lleva a morir al pecado para vivir con Dios (cf. Rm 6,4).

El primero que afirmó con claridad que Jesús nació el 25 de diciembre fue Hipólito de Roma, en su comentario al libro del profeta Daniel, escrito alrededor del año 204. Algún exegeta observa, además, que ese día se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo de Jerusalén, instituida por Judas Macabeo en el 164 antes de Cristo. La coincidencia de fechas significaría entonces que con Jesús, aparecido como luz de Dios en la noche, se realiza verdaderamente la consagración del templo, el Adviento de Dios a esta tierra.

En la cristiandad la fiesta de Navidad asumió una forma definida en el siglo IV, cuando tomó el lugar de la fiesta romana del «Sol invictus», el sol invencible; así se puso de relieve que el nacimiento de Cristo es la victoria de la verdadera luz sobre las tinieblas del mal y del pecado. Con todo, el particular e intenso clima espiritual que rodea la Navidad se desarrolló en la Edad Media, gracias a san Francisco de Asís, que estaba profundamente enamorado del hombre Jesús, del Dios-con-nosotros. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, en la Vita seconda narra que san Francisco «con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del Nacimiento del Niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeño, se crió a los pechos de madre humana» (2 Cel 199). De esta particular devoción al misterio de la Encarnación se originó la famosa celebración de la Navidad en Greccio. Probablemente, para ella san Francisco se inspiró durante su peregrinación a Tierra Santa y en el pesebre de Santa María la Mayor en Roma. Lo que animaba al Poverello de Asís era el deseo de experimentar de forma concreta, viva y actual la humilde grandeza del acontecimiento del nacimiento del Niño Jesús y de comunicar su alegría a todos.

En la primera biografía, Tomás de Celano habla de la noche del belén de Greccio de una forma viva y conmovedora, dando una contribución decisiva a la difusión de la tradición navideña más hermosa, la del belén. La noche de Greccio devolvió a la cristiandad la intensidad y la belleza de la fiesta de la Navidad y educó al pueblo de Dios a captar su mensaje más auténtico, su calor particular, y a amar y adorar la humanidad de Cristo. Este particular enfoque de la Navidad ofreció a la fe cristiana una nueva dimensión. La Pascua había concentrado la atención sobre el poder de Dios que vence a la muerte, inaugura una nueva vida y enseña a esperar en el mundo futuro. Con san Francisco y su belén se ponían de relieve el amor inerme de Dios, su humildad y su benignidad, que en la Encarnación del Verbo se manifiesta a los hombres para enseñar un modo nuevo de vivir y de amar.

blog 7_z Celano narra que, en aquella noche de Navidad, le fue concedida a san Francisco la gracia de una visión maravillosa. Vio que en el pesebre yacía inmóvil un niño pequeño, que se despertó del sueño precisamente por la cercanía de san Francisco. Y añade: «No carece esta visión de sentido, puesto que el Niño Jesús, sepultado en el olvido en muchos corazones, resucitó por su gracia, por medio de su siervo Francisco, y su imagen quedó grabada en los corazones enamorados» (1 Cel 86). Este cuadro describe con gran precisión todo lo que la fe viva y el amor de san Francisco a la humanidad de Cristo han transmitido a la fiesta cristiana de la Navidad: el descubrimiento de que Dios se revela en los tiernos miembros del Niño Jesús. Gracias a san Francisco, el pueblo cristiano ha podido percibir que en Navidad Dios ha llegado a ser verdaderamente el «Emmanuel», el Dios-con-nosotros, del que no nos separa ninguna barrera ni lejanía. En ese Niño, Dios se ha hecho tan próximo a cada uno de nosotros, tan cercano, que podemos tratarle de tú y mantener con él una relación confiada de profundo afecto, como lo hacemos con un recién nacido.

En ese Niño se manifiesta el Dios-Amor: Dios viene sin armas, sin la fuerza, porque no pretende conquistar, por decir así, desde fuera, sino que quiere más bien ser acogido libremente por el hombre; Dios se hace Niño inerme para vencer la soberbia, la violencia, el afán de poseer del hombre. En Jesús, Dios asumió esta condición pobre y conmovedora para vencer con el amor y llevarnos a nuestra verdadera identidad. No debemos olvidar que el título más grande de Jesucristo es precisamente el de «Hijo», Hijo de Dios; la dignidad divina se indica con un término que prolonga la referencia a la humilde condición del pesebre de Belén, aunque corresponda de manera única a su divinidad, que es la divinidad del «Hijo».JESUS FRANCISCANO_nSu condición de Niño nos indica además cómo podemos encontrar a Dios y gozar de su presencia. A la luz de la Navidad podemos comprender las palabras de Jesús: «Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3). Quien no ha entendido el misterio de la Navidad, no ha entendido el elemento decisivo de la existencia cristiana. Quien no acoge a Jesús con corazón de niño, no puede entrar en el reino de los cielos; esto es lo que san Francisco quiso recordar a la cristiandad de su tiempo y de todos los tiempos, hasta hoy. Oremos al Padre para que conceda a nuestro corazón la sencillez que reconoce en el Niño al Señor, precisamente como hizo san Francisco en Greccio. Así pues, también a nosotros nos podría suceder lo que Tomás de Celano, refiriéndose a la experiencia de los pastores en la Noche Santa (cf. Lc 2,20), narra a propósito de quienes estuvieron presentes en el acontecimiento de Greccio: «Todos retornaron a su casa colmados de alegría» (1 Cel 86).

Este es el deseo que os expreso con afecto a todos vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos. ¡Feliz Navidad a todos!

Sean extensivos estos hermosísimos deseos a todos mis hermanos en el mundo entero.

CORAZON FRANCISCANO n FELIZ NAVIDAD, OH SANTA ALEGRÍA!

Entrevista al papa Francisco.

La Navidad, el hambre en el mundo, el sufrimiento y las guerras, el futuro viaje a Tierra Santa, la economía mundial, la conversión del papado, el ecumenismo, los sacramentos, el consejo de cardenales, la relación Iglesia – política, mujeres cardenales y la limpieza del Instituto de las Obras de Religión (IOR), son los temas que el santo padre ha afrontado en la entrevista que el periodista Andrea Tornielli le ha realizado para el diario italiano La Stampa.

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«La Navidad es el encuentro con Jesús. Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha conducido, lo ha cuidado, ha prometido estarle siempre cerca», esto es lo que significa para el santo padre la Navidad. Y además es una consolación, un misterio de consolación. En Navidad, «muchas veces, después de la misa de media noche, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz», así explica Francisco que para él la Navidad siempre ha sido «contemplar la visita de Dios a su pueblo».

La Navidad, indica, «nos habla de ternura y de esperanza». El santo padre explica que Dios, al encontrarnos, nos dice dos cosas: «tened esperanza» y «no tengáis miedo de la ternura». Por eso, el papa indica que «cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se convierten en una Iglesia fría». Al respecto matiza que él «tiene miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar». Y es por ello que afirma que en su vida de sacerdote siempre ha buscado «transmitir esta ternura, especialmente a los niños y los ancianos».

Profundizando sobre este tiempo litúrgico que estamos viviendo, Francisco insiste en que estas fechas nos dan tanta alegría porque «no nos sentimos más solos, Dios ha bajado para estar con nosotros. Jesús se ha hecho uno de nosotros y por nosotros ha sufrido sobre la Cruz el final más duro, el de un criminal». La Navidad, observa, «es alegría, alegría religiosa, alegría de Dios, interior, de luz, de paz». Y advierte que «cuando no se tiene la capacidad o se está en una situación humana que a uno no le permite comprender esta alegría, se vive la fiesta con alegría mundana».

Asimismo, el santo padre explica que si Dios nos ofrece el don de la Navidad es porque «todos tenemos la capacidad de comprenderlo y recibirlo. Todos, del más santo al más pecador, del más limpio al más corrupto». Este mundo preocupado por las guerras, al santo padre le hace pensar en la paciencia de Dios, «la principal virtud de Dios explicitada en la Biblia es que Él es amor. Él nos espera, nunca se cansa de esperarnos», recuerda el papa.

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Al preguntarle el periodista sobre el posible viaje a Tierra Santa, Francisco señala que «en la noche de Navidad pienso sobre todo en los cristianos que viven allí, en los que tienen dificultades, en todos los que han tenido que dejar esa tierra por diferentes problemas». Del mismo modo recuerda que próximamente se celebrarán 50 años del viaje de Pablo VI a la tierra natal de Jesús y Francisco confirma que también él desea ir para encontrarse con «su hermano Bartolomeo, patriarca de Constantinopla» y que ya se está preparando.

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A continuación el papa se detiene para reflexionar sobre el sufrimiento de los inocentes, los niños enfermos. Francisco ha indicado que Dostoevskij ha sido para él un maestro de vida y que aquella pregunta del escritor ruso siempre ha estado en su corazón «¿por qué sufren los niños?» Ante este interrogante el santo padre evoca la oración del por qué – como ya sugirió a una delegación de filipinos en el Vaticano tras el tifón Haiyan- como hacen los niños con sus padres cuando quieren entenderlo todo:

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«Señor, ¿por qué? Él no me explica nada. Pero siento que me mira. Y así puedo decir: Tú sabes por qué, yo no lo sé y tú no me lo dices, pero me miras y yo me fío de Ti, Señor, me fío de tu mirada»

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En relación al hambre en el mundo, el santo padre recuerda que «si conseguimos no desperdiciar, aprovechar la comida, el hambre en el mundo disminuiría mucho». El pontífice reconoce que le impresionó mucho leer una estadística que decía que 10.000 niños mueren de hambre al día en el mundo. Por ello, Francisco insiste en que en el mundo «tenemos suficiente comida para alimentar a todos». Cuenta una anécdota: Un día en la plaza de san Pedro en la audiencia, vio a un niño llorando en brazos de su madre y el papa Francisco le dijo «Señora, creo que el niño tiene hambre» y ella ha respondido «sí, sería la hora» y el papa dijo: «dele de comer por favor». Y esto mismo el santo padre se lo quiere decir a toda la humanidad; «¡den de comer a quien tiene hambre!»

Con la reciente publicación de la exhortación apostólica, el papa ha recibido acusaciones de ser «marxista». Al respecto, Francisco aclara que «la ideología marxista está equivocada» pero afirma haber conocido muchos marxistas buenas personas y «por eso no me siento ofendido». Asimismo, matiza que «en la exhortación no hay nada que no se encuentre en la Doctrina Social de la Iglesia».

También en la exhortación apostólica, el santo padre habla de la «conversión papal». A lo que él señala que Juan Pablo II ya habló de una forma de ejercicio del primado que se abra a una nueva situación. «Pero no sólo desde el punto de vista de las relaciones ecuménicas, sino también en las relaciones con la Curia y con las Iglesias locales», observa. Hablando de los «hermanos ortodoxos» con los que se ha encontrando en estos primeros meses de pontificado, Francisco afirma haberse sentido «su hermano», e indica que «es un dolor no poder todavía celebrar la eucaristía juntos, pero la amistad está».

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Sobre el ecumenismo, el santo padre confirma que para él es una prioridad y explica que hoy en día existe un «ecumenismo de sangre», ya que en los países que asesinan cristianos no diferencian entre católicos, anglicanos, luteranos u ortodoxos. «La unidad es una gracia que se debe pedir», ha recordado el papa.

 

Volviendo a la exhortación apostólica y a lo que el papa dijo sobre las elecciones pastorales prudentes y audaces en relación a los sacramentos, Francisco subraya que «cuando hablo de prudencia no pienso en una actitud paralizante, sino en una virtud de quien gobierna». Y señala que «he hablado del bautismo y de la comunión como alimento espiritual para ir adelante, para considerarlo un remedio y no un premio», a lo que añade que «debemos buscar facilitar la fe de las personas más que controlarla». En relación a los divorciados vueltos a casar Francisco recuerda que «la exclusión de la comunión para los divorciados que viven una segunda unión no es una sanción».

Al preguntarle sobre el próximo Sínodo de los obispos, el pontífice explica que «del matrimonio en su totalidad hablaremos en las reuniones del consistorio de febrero. Después el tema será afrontado en el Sínodo extraordinario de septiembre de 2014 y también durante el Sínodo ordinario del año sucesivo».

Del trabajo del consejo de cardenales, el santo padre indica que en febrero, cuando se celebrará la próxima reunión, los purpurados le entregaran sus primeras sugerencias. Francisco explica que él asiste a las reuniones pero que no habla, «solamente escucho, y esto me hace bien». Y concluye al respecto señalando que «la reforma inicia siempre con iniciativas espirituales y pastorales antes que con cambios estructurales».

Cambiando de argumento, el papa habla sobre la relación entre Iglesia y política y recuerda que «la relación debe ser al mismo tiempo paralela y convergente. Paralela porque cada uno tiene su camino y sus diferentes tareas. Convergente, solamente para ayudar al pueblo».

Una frase corta y contundente sirve para aclarar el asunto de las mujeres cardenales: «las mujeres en la Iglesia deben ser valorizadas, no clericalizadas. Quien piensa en mujeres cardenales sufre un poco de clericalismo».

En las últimas líneas de la entrevista, Francisco reconoce que no se esperaba ser elegido pero añade que «no perdí la paz mientras aumentaban los votos. Estaba tranquilo. Y esa paz está también ahora, la considero un don del Señor».

Así sea santo padre, así sea.

Felicidades PAZ Y BIEN _n

FUENTE: www.somostuiglesia.org

Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores.

La Santa Casa de Loreto es la misma casa de Nazaret que visitó el Arcángel Gabriel en la Anunciación a la Santísima Virgen María. Es allí donde el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros. Allí también vivió la Sagrada Familia a su regreso de Egipto y donde Jesús pasó 30 de sus 33 años junto a La Virgen y San José.
Pronto La Santa Casa se convirtió en lugar de reunión para la celebración de la Santa Misa de los primeros Cristianos. Podemos imaginarnos con qué amor y veneración cuidaban este Santo Lugar.
Actualmente la Santa Casa está situada dentro de la Basílica que para ella se construyó en Loreto, Italia. Dentro de la casa de Loreto se venera la pequeña estatua de La Virgen de Loreto. La Santa Casa en Nazaret tenía dos partes: una parte era una pequeña gruta y la segunda parte una pequeña estructura de ladrillos que se extendía desde la entrada de la gruta. La estructura de ladrillos no tenía sino tres paredes, ya que un lado pegaba con la pared de la gruta.
¿Cómo llegó la casa de Nazaret a Loreto, Italia? Hay varias tradiciones. Una de ellas habla de ángeles que transportaron la casa por los aires. Pero hay documentos que parecen indicar que el responsable del traslado es un comerciante llamado Nicéforo Angelo del siglo XIII. Quizás su apellido inspiró la idea del traslado por medio de ángeles. En todo caso, tan extraordinaria empresa, sin duda, tuvo la protección y guía del cielo. Ya lo había dicho el ángel a la Virgen en esa misma casa: «Para Dios nada es imposible».
Tratan de destruir la Santa Casa
La casa de Loreto es sagrada en virtud de quienes en ella habitaron. Muchos consideran la Santa Casa de Loreto como uno de los lugares más sagrados del mundo y Dios no quiso que esta casa fuese profanada o destruida, sino preservada para siempre. El demonio, los hombres, y el mundo usualmente van contra todo lo que Dios quiere y con esta bendita casa no fue diferente. En 1291, los Sarracenos conquistaban la Tierra Santa. Quisieron acabar con toda la historia del cristianismo y la mejor forma para ellos era destruyendo todos los lugares sagrados. Pensaban que eliminando todos los signos visibles del cristianismo, apagarían el amor y la devoción.
Fueron en busca de cada lugar venerado por su asociación con la vida de Cristo. Cuando llegaron a las proximidades de Nazaret, La Santa Casa no tenía defensa humana. Esta era bien conocida, porque los cristianos desde el tiempo de los Apóstoles la tenían con gran reverencia y celebraban allí la Santa Misa. Los enemigos se decían: «Nunca más los cristianos celebrarán aquí la Anunciación»
La Basílica construida sobre la Santa Casa ya había sido destruida dos veces antes. La primera vez fue en 1090 A.D. Sin embargo, la casa quedaba intacta. Los cruzados reconstruyeron la Basílica, pero en 1263 fue destruida de nuevo. Una vez más la Santa Casa fue protegida. Esta vez los cruzados no pudieron reconstruir la Basílica y la Santa Casa se quedó sin protección.
La tradición del traslado Angelical
Según esta tradición, en 1291, cuando los cruzados perdían control sobre la Tierra Santa, Nuestro Señor decidió enviar a los ángeles a proteger su Santa Casa y les dio el mandato de que movieran la casa a un lugar seguro. Llévense la Santa Casa a un lugar seguro, lejos del odio de mis enemigos de esta tierra donde nací. Elévenla sobre los aires, donde no la puedan alcanzar. Que no la vean.
El 12 de mayo de 1291 los ángeles trasladaron la casa hasta un pequeño poblado llamado Tersatto, en Croacia. Muy temprano en la mañana la descubrieron los vecinos y se asombraron al ver esta Casa sin cimiento y no se explicaban cómo llegó ahí. Se adentraron y vieron un altar de piedra. En el altar había una estatua de cedro de la Virgen María, que tenía al niño Jesús en sus brazos. El niño Jesús tenía sus dos dedos de la mano derecha extendido como bendiciendo. Con su mano izquierda sostenía una esfera de oro representando al mundo. Ambos estaban vestidos como con unas batas y tenían coronas de oro.
Unos días más tarde, la Virgen María se le apareció a un sacerdote de ese lugar y le explicó de dónde venía la casa. Ella dijo: «Debes saber que la casa que recientemente fue traída a tu tierra es la misma casa en la cual yo nací y crecí. Aquí, en la Anunciación del Arcángel Gabriel, yo concebí al Creador de todas las cosas. Aquí, el Verbo se hizo carne. El altar que fue trasladado con la casa fue consagrado por Pedro, el Príncipe de los Apóstoles. Esta casa ha venido de Nazaret a tu tierra por el poder de Dios, para el cual nada es imposible.
Ahora, para que tú puedas dar testimonio de todo esto, sé sanado. Tu curación inesperada y repentina confirmará la verdad que yo te he declarado hoy.» El sacerdote, que había estado enfermo por mucho tiempo, se sanó inmediatamente y anunció al pueblo el milagro que había ocurrido. Comenzaron las peregrinaciones a la Santa Casa. Los residentes de este pequeño pueblo construyeron sobre la Santa Casa un edificio sencillo para protegerla de los elementos de la naturaleza. Pero la alegría de los croatas duró poco tiempo. Después de tres años y cinco meses de estar la casa en este poblado, en la noche del 10 de diciembre, de 1294, la casa desapareció de Tersatto para nunca más volver.
Un residente devoto de Tersatto construyó una pequeña iglesia en el lugar donde estuvo la casa, una réplica de esta. Y puso la siguiente inscripción: ¨La Santa Casa de la Virgen María vino de Nazaret el 10 de diciembre de 1291 y estuvo hasta el 10 de diciembre de 1294.¨La gente de Croacia continuó venerando a Nuestra Señora en la réplica de la Santa Casa. Fue tanta su devoción, que el Papa Urbano V envió a la gente de Tersatto una imagen de Nuestra Señora en 1367. Esta imagen se cree fue esculpida por San Lucas.
La Santa Casa es llevada a Italia
El 10 de diciembre de 1294, unos pastores de la región de Loreto en Italia reportaron que habían visto una casa volando sobre el mar, sostenida por ángeles. Había un ángel vestido con una capa roja (San Miguel) que dirigía a los otros y la Virgen María con el Niño Jesús estaban sentados sobre la casa. Los ángeles bajaron la casa en un lugar llamado Banderuola.
Muchos llegaban a visitar esta santa casa, pero también habían algunos que llegaban para asaltar a los peregrinos. Por esta razón las personas dejaron de llegar y la casa nuevamente fue trasladada por los ángeles a un cerro en medio de una finca. La Santa Casa no se quedaría aquí por mucho tiempo. La finca era de dos hermanos que comenzaron a discutir sobre quién era el dueño de la casa. Por tercera vez la casa es trasladada a otro cerro y la colocaron en el medio del camino. Ese es el lugar que ha ocupado ya por 700 años.
Los habitantes de Recanati y Loreto verdaderamente no sabían la historia de la Santa Casa, solo sabían de los milagros que se acontecían ahí. Dos años más tarde, la Virgen María se le apareció a un ermitaño llamado Pablo y le contó el origen y la historia de la Santa Casa: “Se mantuvo en la ciudad de Nazaret hasta que por el permiso de Dios, aquellos que honraban esta casa fueron expulsados por los enemigos. Ya que no se le honraba y estaba en peligro de ser profanada, mi Hijo quiso trasladarla de Nazaret a Yugoslavia y de ahí hasta tu tierra”. Pablo entonces se lo contó a las personas del pueblo y comenzaron a hacer gestiones para verificar la autenticidad de la casa. Fueron primero a Tersatto y luego a Nazaret.
Investigaciones de los expertos
Los expertos asignados a este proyecto fueron a Tersatto. Ahí les verificaron que las paredes eran de color rojizo y cerca de 16¨ de ancho. Descubrieron también que la replica medía exactamente igual que la de Loreto, 31 ¼ pies de largo por 13 pies y 4 pulgadas de ancho por 28 pies de alto. Tenía una sola puerta de 7 pies de alto y 4 1/2 de ancho. Tenía también una ventana. Todas las descripciones, incluso las de los elementos interiores y las estatuas, coincidían.
En Nazaret: descubrieron que de verdad era la casa de la Virgen. Las medidas de la fundación eran exactas a las de Loreto y la maqueta construida en Tersatto. Después de 6 meses regresaron a Loreto y declararon la autenticidad de la Santa Casa. Años más tarde, encontraron monedas debajo de la casa, no solo del área de Nazaret, sino que del período en que la casa estuvo en Nazaret. Las piedras y la tierra utilizada para el relleno de la casa era idéntica a las que se usaban en Nazaret en ese tiempo y civilización. La casa no tiene cimientos, ya que estos se quedaron en Nazaret.
Anécdotas de la Santa Casa de Loreto
Llegó un tiempo en que muchos peregrinos iban a este santuario y el Papa Clemente VII mandó que se cerrara la puerta original y se construyeran tres puertas, ya que solo había un puerta y las personas se peleaban para entrar y salir. Solo había un problema y era que nadie le había pedido permiso a la Virgen María para las alteraciones. Cuando el arquitecto cogió su martillo para comenzar, su mano se marchitó y comenzó a temblar. Enseguida se fue de Loreto y nadie más quiso hacer el trabajo. Tiempo después un clérigo llamado Ventura Barino aceptó hacer el trabajo, pero primero se arrodilló y rezó a la Virgen. Este le dijo que no era su culpa, sino la orden del Papa, que si ella estaba enojada que lo tomara contra el Papa y no contra él¨. El clérigo pudo completar el trabajo. Las personas de Loreto también decidieron proteger la Santa Casa poniéndole una pared de ladrillo, pero después que terminaron con la pared, la pared se separó de la casa. Por eso hay un espacio entre la Santa Casa y la pared que fue construida.
Devolverle a la Virgen lo que es de Ella
Una historia relata que el Obispo de Portugal visitó la Santa Casa y quiso llevarse una piedra para construir una Iglesia en honor a la Virgen de Loreto. El Papa le dio permiso y el Obispo mandó a su secretario a sacar la piedra y llevársela. El Obispo se enfermó de repente y cuando llegó su secretario casi estaba muerto. El Obispo les pidió a algunas hermanas religiosas que rezaran por él y algunos días después recibió este mensaje: «Nuestra Señora dice, si el Obispo desea recuperarse, debe devolver a la Virgen lo que él se ha llevado». El secretario y el Obispo se asombraron de esto, pues nadie sabía lo de la piedra de la Santa Casa. El secretario se fue inmediatamente de regreso a Loreto con la piedra y cuando llegó, el Obispo estaba completamente sanado. Por esta razón, durante los siglos, los Papas han prohibido, bajo amenaza de excomunión, la extracción de cualquier parte de la Santa Casa.
Un Lugar Sagrado
La Santa Casa es considerada entre los lugares más sagrados del mundo. Antes de que la Santa Casa fuese trasladada, San Francisco de Asís había profetizado que un día Loreto se iba a llamar el lugar más sagrado del mundo y que por ello debían abrir una casa allí.
Muchos santos, beatos y Papas han visitado esta casa. Entre ellos: San Francisco de Sales: hizo sus votos de celibato en la Santa Casa; Santa Teresa de Lisieux: antes de ir a pedir permiso al Papa para entrar al Carmelo a la edad de 15 años, visitó la Santa Casa; San Maximiliano Kolbe: en su regreso a la ciudad de la Inmaculada, poco antes de ser llevado al campo de concentración; y muchísimos otros santos.
El Papa Juan XXIII fue el día antes de convocar el Concilio Vaticano II y pidió a la Virgen de Loreto la protección del Concilio. Juan Pablo II ha visitado muchas veces la Casa de Loreto y ha tenido allí convenciones de jóvenes y familias.
Muchos peregrinos van cada año a visitar a la Santa Casa. A visitar el lugar donde la Sagrada Familia vivió y a recibir las gracias que Dios les quiere dar. Es una tradición rezar de rodillas el Santo Rosario alrededor de la Casa. Es un rosario penitencial pidiendo la intercesión poderosa de la Stma. Virgen. Procesiones con velas del Santísimo Sacramento forman parte de las celebraciones en la Basílica de la Santa Casa de Loreto.
La imagen de Nuestra Sra. de Loreto, se encuentra en el interior de la Casa, tiene una la túnica tradicional decorativa. El color oscuro de la imagen representa a la estatua original de madera, que con los siglos se oscureció con el hollín de las lámparas del aceite que se usaba en la capilla. En 1921 se destruyó la estatua original en un incendio, y otra similar fue colocada en el lugar.

Santa Casa, percurso de Nazare ate Loreto z_casa_loreto_plano Basilica_Pontificia_della_Santa_Casa_di_Loreto

Yo quiero peregrinar allí Virgencita bella, por favor!! gracias!!

PAZ Y BIEN Y SANTA ALEGRIA

Oración del Papa Francisco a la Inmaculada.

INMACULADA CONCEPCION_n

«Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el honor de nuestro pueblo
y la guardiana atenta que cuida de nuestra ciudad,
nos dirigimos con confianza y amor.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
El pecado no está en Ti.

Suscita en todos nosotros un renovado deseo de santidad:
en nuestra palabra brille el esplendor de la verdad,
en nuestras obras resuene el canto de la caridad,
en nuestro cuerpo y en nuestro corazón habiten la pureza y la castidad,
en nuestra vida se haga presente toda la belleza del Evangelio.
¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María !
La Palabra de Dios se hizo carne en Ti.

Ayúdanos a mantenernos en la escucha atenta de la voz del Señor:
el grito de los pobres nunca nos deje indiferentes,
el sufrimiento de los enfermos y los necesitados no nos encuentre distraídos,
la soledad de los ancianos y la fragilidad de los niños nos conmuevan,
toda vida humana sea siempre amada y venerada por todos nosotros.

Tú eres la Toda Hermosa, ¡Oh María!
En ti está el gozo pleno de la vida bienaventurada con Dios.

Haz que no perdamos el sentido de nuestro camino terrenal:
la suave luz de la fe ilumine nuestros días,
la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos,
el calor contagioso del amor anime nuestro corazón,
los ojos de todos nosotros permanezcan fijos, allí, en Dios, donde está la verdadera alegría.

¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
Escucha nuestra oración, atiende nuestra súplica:
se Tú en nosotros la belleza del amor misericordioso de Dios en Jesús,
que esta belleza divina nos salve a nosotros, a nuestra ciudad, al mundo entero.
Amén».

LA MAS BELLA FLOR!! n Oh si padre san Francisco, yo también amo a la Inmaculada

SMMKOFMCONV

 

 

 

 

 

 

Oh si hermano san Maximiliano María Kolbe, yo también estoy loca de amor por la Inmaculada

PAZ Y BIEN Y SANTA ALEGRIA